EL CENTENARIO DE PEDRO JOSE MUÑOZ
Por TOMÁS POLANCO ALCÁNTARA
Se han cumplido cien años del nacimiento del profesor Pedro José Muñoz.
Cuando falleció poco le faltaba para alcanzar la edad centenaria. Es el Académico De la Historia que ha vivido más tiempo.
La Sagrada Escritura dice que la longevidad es una especial bendición de la
Providencia y esa bendición tiene particular relevancia cuando va acompañada de la
sabiduría y de la bondad.
Pedro José Muñoz recibió esos dones: longevidad, sabiduría y bondad.
Circunstancias imprevistas de la vida determinaron que mi Sillón en la Aca-
demia estuviese, físicamente, enfrente del suyo. Podía, por lo tanto, contemplar
su figura y observar sus movimientos y reacciones durante el desarrollo de las Juntas
ordinarias de la Academia. Llegaba temprano y alegre, incluso cuando ya las desagradables consecuencias físicas del paso del tiempo, le ocasionaban dificultades.
Tenía siempre, no sólo una actitud de afectuoso saludo para cuantos encontraba a su paso o se le acercaban, sino una excelente memoria para recordar lo que
había leído de sus colegas académicos en un libro, el Boletín o una revista o periódico. Sus observaciones eran gratas; nunca le oí un comentario severo ni una
crítica amarga y hasta alguna vez recomendó a alguien, que se refería con dureza
a cierto libro recién aparecido que él, en caso semejante, prefería guardar silencio.
Esa actitud bondadosa tenía tal intensidad que fui testigo presencial de su
respuesta a alguien que, a raíz de su discurso, pronunciado cuando el Ministerio
de Educación cumplió cien años, le· preguntó: "¿Profesor por qué usted no· escribe
sus memorias?". Contestó enseguida: "porque tendría que hablar mal de mucha
gente y eso a mí no me agrada".
Cuando me correspondió referirme a él en la ceremonia de recepción de quien
fue su sucesor académico, el distinguido Escritor y hombre de Ciencia Dr. Mario
Sanoja Obediente, expresé mi pesar ante el hecho, evidente y cierto, de una gene-
ración de hombres ilustres e importantes que no dejaron, para quienes después
iban a vivir, el regalo de una obra sistemática, escrita en libros, donde mostraren
lo que habían aprendido, vivido y sentido.
No soy el único que ha percibido esa realidad, que puede además advertirse
en los ficheros de las bibliotecas. Me he preguntado ¿por qué? La respuesta es
compleja ya que muchos de esos venezolanos, por respetables razones, no quisieron
escribir; otros no pudieron hacerlo, por circunstancias del más diverso orden y no
faltaron hombres importantísimos que simplemente no sabían escribir.
En esa generación de venezolanos, muchos personajes que fueron auténticos
valores nacionales indiscutibles, recurrieron a las revistas y periódicos para ex-
presar su pensamiento. Lo hicieron extensa e intensamente. Dejaron una amplísima
obra escrita, sin quizá haber nunca publicado un libro. Después de su muerte ha
costado muchísimo trabajo reunir esa producción dispersa para salvarla del olvido
y mantenerla vigente.
El tema, que es problema sociológico y cultural, debe ser an¡tlizado en su
exacta dimensión porque lo que interesa en un ser humano, primordialmente, no
es el número de libros que haya escrito sino la forma como vivió y las enseñanzas
dejadas durante esa vida para la posteridad.
Desgraciadamente, cuando esas enseñanzas no están condensadas en obras
específicas, corren el peligro de perderse u olvidarse, porque son muy pocos quienes
tienen la suerte de que un recopilador destine el tiempo y posea la paciencia de
investigar lo escrito por alguien tiempo atrás.
Ha costado, por ejemplo, a la Academia muchísimo trabajo, reunir la pro-
ducción escrita de Rafael Villavicencio y de don Chío Zubillaga Petera, dos Maes-
tros de Maestros, cuya extensa y magnífica obra estaba prácticamente perdida.
Pero, repetimos, no es esa una medida para calibrar a los seres humanos; es
simplemente una característica o circunstancia que en ningún caso constituye una
nota negativa. 1148 BOLETIN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
El querido, respetado y admirado Profesor Muñoz, a través de su larga vida,
escribió mucho. Su pluma sabía moverse con elegancia. Parecía tener necesidad de
escribir y por su temperamento, por su forma de ser, esa afición por la escritura,
se expresaba en sus innumerables artículos de prensa.
En 1979 recopiló parte de ellos en un libro, hermoso y delicado, que llamó
"Crónica de Guanare". Al hacerlo advirtió que los trabajos que publicaba habían
sido escritos en distintas oportunidades, que ello explicaría involuntarias repeti-
ciones y de allí su pedido al lector: "Un poco de indulgencia no estará de más
en este caso". En ese libro, una segunda parte se denomina "La Esfera de cristal",
presentada como capítulos de un libro en preparación.
Pero, lo que no podía advertir el Profesor Muñoz, con su humildad caracte-
rística y su bondad natural, era que el lector no iba a tener hacia él "indulgencia"
sino gratitud, porque, además de gozar de una bellísima Crónica, hecha a modo de
comentario al correr de la pluma, sobre circunstancias que van desde 1888 hasta
1901, las notas que acompañan la primera parte de la obra demuestran una eru-
dición histórica sobre acontecimientos y personajes de importancia que pasan del
ámbito local guanareño, para tener interés nacional. Y es por eso que lamentamos
no tener en las manos la extraordinaria obra que hubieran sido esas "Memorias"
de Pedro José Muñoz, aunque él hubiere suprimido de ellas todo comentario negativo.
Muñoz tenía una cualidad especial para hacer retratos de personajes. La
"Crónica de Guanare" es una galería que va mostrando los más diversos seres
humanos que el lector ve vivir, actuar y morir.
Es además la relación de la vida diaria, esa que no conoce smo quien la ha
gozado intensamente.
Quizás la nota más resaltante en la obra de Muñoz es su pas10n venezolana,
pues sentía al país, a su Historia, a sus gentes, a sus paisajes, a sus costumbres,
íntimamente, como algo muy suyo y amado con toda intensidad, y no es de extra-
ñarse que esa pasión venezolanista haya admirado tanto a su Sucesor en el Sillón
Académico.
Sentí por el Profesor Muñoz un especialísimo respeto. Procuré siempre tener
para con él la mayor deferencia. Por esas razones, cuando a nombre de la Academia
contesté el Discurso de su sucesor, me permití hacer, con modesta extensión, los
comentarios que me correspondían sobre el personaje que había tenido el Sillón
que iba a ser ocupado por el nuevo Académico.
El brevísimo espacio, que entonces estaba a mi disposición, no me permitió
mayores consideraciones y por eso a veces, cuando se escribe con brevedad, es
difícil expresar lo que se quiere, con claridad y amplitud.
Por eso lo hago suficiente ahora, al conmemorarse los cien años de nacimiento
del Profesor Muñoz y poder así ratificar mi afecto, veneración y respeto por aquel
hombre bondadoso y sabio, de elegante pluma, de noble carácter, de gran sentido
de lo venezolano, eminente Académico, caballero recto y honesto y gran amigo,
que fue Pedro José Muñoz.
Referencia
Polanco Alcántara, T. (1988). El centenario de Pedro José Muñoz. Boletín de la Academia Nacional de la Historia (Caracas), 71(284), [1146-1148]. https://biblat.unam.mx/hevila/BoletindelaAcademiaNacionaldelaHistoriaCaracas/1988/vol71/no284/9.pdf
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