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"La historia está presente y nos rodea en todas las horas, porque no es otra cosa que la vida” Arturo Uslar Pietri

domingo, 28 de diciembre de 2025

EL CENTENARIO DE PEDRO JOSÉ MUÑOZ

 EL CENTENARIO DE PEDRO JOSE MUÑOZ

Por TOMÁS POLANCO ALCÁNTARA

Se han cumplido cien años del nacimiento del profesor Pedro José Muñoz.

Cuando falleció poco le faltaba para alcanzar la edad centenaria. Es el Académico De la Historia que ha vivido más tiempo.

La Sagrada Escritura dice que la longevidad es una especial bendición de la

Providencia y esa bendición tiene particular relevancia cuando va acompañada de la

sabiduría y de la bondad.

Pedro José Muñoz recibió esos dones: longevidad, sabiduría y bondad.

Circunstancias imprevistas de la vida determinaron que mi Sillón en la Aca-

demia estuviese, físicamente, enfrente del suyo. Podía, por lo tanto, contemplar

su figura y observar sus movimientos y reacciones durante el desarrollo de las Juntas

ordinarias de la Academia. Llegaba temprano y alegre, incluso cuando ya las desagradables consecuencias físicas del paso del tiempo, le ocasionaban dificultades.

Tenía siempre, no sólo una actitud de afectuoso saludo para cuantos encontraba a su paso o se le acercaban, sino una excelente memoria para recordar lo que

había leído de sus colegas académicos en un libro, el Boletín o una revista o periódico. Sus observaciones eran gratas; nunca le oí un comentario severo ni una

crítica amarga y hasta alguna vez recomendó a alguien, que se refería con dureza

a cierto libro recién aparecido que él, en caso semejante, prefería guardar silencio.

Esa actitud bondadosa tenía tal intensidad que fui testigo presencial de su

respuesta a alguien que, a raíz de su discurso, pronunciado cuando el Ministerio

de Educación cumplió cien años, le· preguntó: "¿Profesor por qué usted no· escribe

sus memorias?". Contestó enseguida: "porque tendría que hablar mal de mucha

gente y eso a mí no me agrada".

Cuando me correspondió referirme a él en la ceremonia de recepción de quien

fue su sucesor académico, el distinguido Escritor y hombre de Ciencia Dr. Mario

Sanoja Obediente, expresé mi pesar ante el hecho, evidente y cierto, de una gene-

ración de hombres ilustres e importantes que no dejaron, para quienes después

iban a vivir, el regalo de una obra sistemática, escrita en libros, donde mostraren

lo que habían aprendido, vivido y sentido.

No soy el único que ha percibido esa realidad, que puede además advertirse

en los ficheros de las bibliotecas. Me he preguntado ¿por qué? La respuesta es

compleja ya que muchos de esos venezolanos, por respetables razones, no quisieron

escribir; otros no pudieron hacerlo, por circunstancias del más diverso orden y no

faltaron hombres importantísimos que simplemente no sabían escribir.

En esa generación de venezolanos, muchos personajes que fueron auténticos

valores nacionales indiscutibles, recurrieron a las revistas y periódicos para ex-

presar su pensamiento. Lo hicieron extensa e intensamente. Dejaron una amplísima

obra escrita, sin quizá haber nunca publicado un libro. Después de su muerte ha

costado muchísimo trabajo reunir esa producción dispersa para salvarla del olvido

y mantenerla vigente.

El tema, que es problema sociológico y cultural, debe ser an¡tlizado en su

exacta dimensión porque lo que interesa en un ser humano, primordialmente, no

es el número de libros que haya escrito sino la forma como vivió y las enseñanzas

dejadas durante esa vida para la posteridad.

Desgraciadamente, cuando esas enseñanzas no están condensadas en obras

específicas, corren el peligro de perderse u olvidarse, porque son muy pocos quienes

tienen la suerte de que un recopilador destine el tiempo y posea la paciencia de

investigar lo escrito por alguien tiempo atrás.

Ha costado, por ejemplo, a la Academia muchísimo trabajo, reunir la pro-

ducción escrita de Rafael Villavicencio y de don Chío Zubillaga Petera, dos Maes-

tros de Maestros, cuya extensa y magnífica obra estaba prácticamente perdida.

Pero, repetimos, no es esa una medida para calibrar a los seres humanos; es

simplemente una característica o circunstancia que en ningún caso constituye una

nota negativa. 1148 BOLETIN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA

El querido, respetado y admirado Profesor Muñoz, a través de su larga vida,

escribió mucho. Su pluma sabía moverse con elegancia. Parecía tener necesidad de

escribir y por su temperamento, por su forma de ser, esa afición por la escritura,

se expresaba en sus innumerables artículos de prensa.

En 1979 recopiló parte de ellos en un libro, hermoso y delicado, que llamó

"Crónica de Guanare". Al hacerlo advirtió que los trabajos que publicaba habían

sido escritos en distintas oportunidades, que ello explicaría involuntarias repeti-

ciones y de allí su pedido al lector: "Un poco de indulgencia no estará de más

en este caso". En ese libro, una segunda parte se denomina "La Esfera de cristal",

presentada como capítulos de un libro en preparación.

Pero, lo que no podía advertir el Profesor Muñoz, con su humildad caracte-

rística y su bondad natural, era que el lector no iba a tener hacia él "indulgencia"

sino gratitud, porque, además de gozar de una bellísima Crónica, hecha a modo de

comentario al correr de la pluma, sobre circunstancias que van desde 1888 hasta

1901, las notas que acompañan la primera parte de la obra demuestran una eru-

dición histórica sobre acontecimientos y personajes de importancia que pasan del

ámbito local guanareño, para tener interés nacional. Y es por eso que lamentamos

no tener en las manos la extraordinaria obra que hubieran sido esas "Memorias"

de Pedro José Muñoz, aunque él hubiere suprimido de ellas todo comentario negativo.

Muñoz tenía una cualidad especial para hacer retratos de personajes. La

"Crónica de Guanare" es una galería que va mostrando los más diversos seres

humanos que el lector ve vivir, actuar y morir.

Es además la relación de la vida diaria, esa que no conoce smo quien la ha

gozado intensamente.

Quizás la nota más resaltante en la obra de Muñoz es su pas10n venezolana,

pues sentía al país, a su Historia, a sus gentes, a sus paisajes, a sus costumbres,

íntimamente, como algo muy suyo y amado con toda intensidad, y no es de extra-

ñarse que esa pasión venezolanista haya admirado tanto a su Sucesor en el Sillón

Académico.

Sentí por el Profesor Muñoz un especialísimo respeto. Procuré siempre tener

para con él la mayor deferencia. Por esas razones, cuando a nombre de la Academia

contesté el Discurso de su sucesor, me permití hacer, con modesta extensión, los

comentarios que me correspondían sobre el personaje que había tenido el Sillón

que iba a ser ocupado por el nuevo Académico.

El brevísimo espacio, que entonces estaba a mi disposición, no me permitió

mayores consideraciones y por eso a veces, cuando se escribe con brevedad, es

difícil expresar lo que se quiere, con claridad y amplitud.

Por eso lo hago suficiente ahora, al conmemorarse los cien años de nacimiento

del Profesor Muñoz y poder así ratificar mi afecto, veneración y respeto por aquel

hombre bondadoso y sabio, de elegante pluma, de noble carácter, de gran sentido

de lo venezolano, eminente Académico, caballero recto y honesto y gran amigo,

que fue Pedro José Muñoz.


Referencia 


Polanco Alcántara, T. (1988). El centenario de Pedro José Muñoz. Boletín de la Academia Nacional de la Historia (Caracas), 71(284), [1146-1148]. https://biblat.unam.mx/hevila/BoletindelaAcademiaNacionaldelaHistoriaCaracas/1988/vol71/no284/9.pdf



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