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"La historia está presente y nos rodea en todas las horas, porque no es otra cosa que la vida” Arturo Uslar Pietri

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Fernando Delgado

Fernando Delgado

Don Fernando Delgado y Doña Socorro Lozano y familia
En nuestra infancia lo recuerdo como un viejo bonachón y lleno de simpatía en pleno goce de sus facultades anímicas; no tendría menos de ochenta años y se le veía caminar con desenvoltura y seguridad.

De poblada y blanca barba, larga y puntiaguda como los santones hindúes, hundidos los ojos todavía llenos de luz. Se le veía desde tempranas horas caminar por las calles recibiendo el saludo y el respeto de los vecinos como si fuera un patriarca de los enfermos y necesitados.

Desde joven demostró una evidente inclinación por el comercio como factor de utilidad pública, tal como llegó a desempeñar en el mercado de los valores.

Protegido por la suerte se resuelve a establecer un almacén mayorísta cuya zona de proyección se extendió más allá de los llanos occidentales para servir los pedidos de mercancías y víveres de la mejor calidad.

Fue importador y exportador de las fábricas norteamericanas y europeas, escogía personalmente el surtido capaz de satisfacer el gusto más refinado de la clientela y a este tenor se encontraban en sus estantes los perfumes más finos, los licores más caros, las telas más a la moda y todo aquello requerido por la dama y el caballero de aquellos tiempos.

Fue un viajero empedernido, visitó las tierras lejanas y exóticas con fines de explorar posibilidades para su tierra, de Libia trajo camellos, de Australia canguros, de Alaska osos polares, de Inglaterra ganado Holstein, de Alemania las cervezas Pasten y de Italia los vinos generosos del Voltalichella.

Era un hombre de empresa tan avanzado, como los actuales ejecutivos y con la suerte de prosperar en todas las empresas emprendidas.

Con otros promotores formó la compañía fluvial denominada Estrella Roja del Orinoco y oficinas en San Fernando, Ciudad Bolívar y Trinidad, con barcos confortables para carga y pasajeros en una ocasión  dos de sus unidades —El Guanare y El Socorro— llegan a un puerto cercano a Guanare, conduciendo material para el acueducto entonces en construcción. Quería de esa manera mostrar la posibilidad de explotar una vía alterna al sobrevenir las lluvias, pero lamentablemente no tuvo respuesta.

En uno de los suntuosos carnavales de la época se le ocurrió a don Fernando, 1893, en plena guerra legalista, presentarse en la carrera montado en un camello, disfrazado tan típicamente que parecía un auténtico beduino.

En cierta ocasión tuvo un grave altercado con el Presidente del Estado, general Díaz Arana, por una diferencia planteada en la gallera y como recibiera una ofensa imperdonable para él, se fue a su casa y armado de un Winchester, desafió a la plaza pública al mencionado personaje, llenándolo de improperios y calificándolo de cobarde si no respondía al reto. El silencio fue la respuesta para luego ser conducido a la cárcel por alterar el orden público, aplicando un arresto de 72 lloras y por más que el magistrado buscó la reconciliación Fernando respondía con la misma moneda.

La mayor sorpresa de su vida la recibió al llegara sus manos el despacho de general, otorgado por el Presidente Crespo, y aún venir de esa procedencia no estuvo plenamente convencido hasta que el gobernante estatal le presentó las felicitaciones. Esta acción fue en respuesta de haber recibido 24 reses de casta ofrecidos a Crespo y es una prueba fehaciente de como se conferían títulos de los llamados de Semana Santa. 

En su hogar reinaba una gran dama, doña Socorro Lozano, y de esa Unión vinieron al mundo una brillante prole, todos intelectuales, músicos  abogados, militares, odontólogos y ciudadanos probos, orgullo lo la República.

Ahora todo el mundo se pregunta, ¿por qué se arruinó? si disponía de tantas defensas.

La respuesta ha sido bien analizada por personajes de la época, de una parte el aporte obligado en las guerras civiles, cantidades cuantiosas que jamás fueran canceladas; la paralización del comercio en el fatídico año 92 y los créditos otorgados a los campesinos perdidos en las inundaciones inesperadas.

En el ocaso de su existencia, castigado por los avatares de la vida, conservó el espíritu cordial y festivo, como si estuviera en goce de sus andanzas y satisfacciones, para seguir desde tempranas horas de la mañana disfrutando del fresco y la cordialidad, de sus amigos.
Don Fernando Delgado fue el exponente más acabado de un hombre que supo entender la razón de su paso por este mundo.

Pedro Quintero García 


Referencias 


Quintero García, Pedro 1991. Guanaguanare. Biblioteca de temas y autores portugueseños. Ediciones del Congreso de la República. pp 230-232

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