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"La historia está presente y nos rodea en todas las horas, porque no es otra cosa que la vida” Arturo Uslar Pietri

lunes, 30 de septiembre de 2013

Dr. Miguel Oráa

Dr. Miguel Oráa



Dr. Miguel Oraa
Fuente: Heredia Angulo 1991
Médico, pedagogo y trabajador social, nació en Ospino el 2 de noviembre de 1815, de una familia guanareña de ilustre origen, tanto por su padre Oráa, como de su madre Quintero. Bachiller del célebre Colegio de San Luis Gonzaga continúa en Caracas el curso de medicina hasta culminar el doctorado en 1842. 

Discípulo predilecto de Vargas se estrena en su profesión en Guanare donde ejerce por más de sesenta años. Gran clínico, humanístico y filántropo, no hubo un solo hogar atribulado donde no tuviera presente su ciencia y su consejo paternal.

En una memorable ocasión el Dr. Juan Iturbe en un discurso dijo: "Con esta realidad, que hacía revivir mi mente los años juveniles, en contemplaba como en sueños una figura prócer de mi buen padrino Miguel Oráa, cabalgando en su bayo, bestia de toda mansedumbre, como encuadraba en lo físico y en los años del jinete y en el espíritu a la inagotable bondad del ilustre galeno, cuya ciencia era una dádiva para los menesterosos.

Con emoción a contemplar la vieja casona... frente al legendario colegio donde yo estudié... y próximo al cerro del Calvario, vestido de verde y de pascuas azules..."

No solamente fue un trabajador social en el campo de la previsión, corrigiendo travesuras de niños, enmendando costumbres perniciosas de los adultos, sino que también fue un catedrático de filosofía y letras, así como también conciliador privado y político cuando las graves circunstancias lo llamaron a arbitrar divergencias.

"Bien recuerdo aquel limonar suyo, separado de la ciudad por la quebrada de las Piedras y fertilizado por la vieja acequia colonial, a donde nadie acudía sin volver con las manos vacías, éstas se llenaban de frutas hermosas cultivadas por él para obsequio de sus amigos.

La suya fue una vida franciscana, brazos generosos que se abrían siempre para esparcir los dones de la tierra y la ciencia de sus conocimientos sin aceptar ninguna clase de recompensa...", así dijo Pino Pou en una célebre conferencia en el recinto del Colegio en 1921.

Los amigos de su tiempo lo llevaron a Senador por su tierra al Congreso del 48 y cuando sobrevino aquel trágico 24 de enero con sus funestas consecuencias, sintióse herido en sus virtudes cívicas y se aleja para siempre, y comprende que su precioso tiempo debía invertirse en el enfermo y en el estudiante, cuanto no existían reemplazos durante su ausencia. Regresa a Guanare y sin demora se entrega a su misión, humanística y social.


Oráa ejerció su profesión con bondad nazarena, rechazó el pago de honorarios como norma humana; aceptó pequeños regalos como medio de demostrar gratitud y complacencia, desconoció el lucro, o las ganancias exageradas en los negocios de la especulación. Vivió de sueldos cuando desempeñaba cargos en la administración estatal y cuando moría el 25 de abril de 1893, se llevó —estoy seguro— la última convicción de haber cumplido el juramento prestado el día de su consagración académica: honrar la Patria, la Sociedad y la Familia.

El día de su entierro todas las fuerzas vivas de la ciudad de Guanare se compactaron para rendir una insólita demostración de duelo y de honor. Las calles se cubrieron de flores al paso del triste cortejo, la prensa de la época se llenó de artículos fúnebres; ilustres escritores como el Dr. Antonio Zúñiga publicó un artículo en "El Cojo nustrado", del cual extractamos los siguientes párrafos:

"Corre fácil la pluma, se engolfa el pensamiento en dulces meditaciones, cuando recordamos los merecimientos que sintetiza la imagen venerada de esa personalidad egregia, que cruzó por el mundo dejando luminosa estela de virtudes y un nombre inmaculado, que resplandece para siempre para servir de modelo a las generaciones que trabajan por la grandeza de la Patria.

Sin embargo esos seres se cubren, muchas veces con el manto de una excesiva modestia y por eso pasan inadvertidas y llegan a sepultarse en la fosa del olvido.


Tal es la indiferencia e ingratitud del género humano, que ni siquiera consagran un momento para recordar los beneficios que sobre sí aquellos derramaron, mientras la vanidad audaz, vestida con el brillante ropaje de la riqueza tiene a sus plantas esclavos que se posternan reverentes.

Pero llega la hora de la justiciera posteridad, cae entonces la más cara de la usurpada reputación, el oropel de la mediocridad insolente y el sol de la verdad nos ilumina el camino hacia los hermosos campos de la historia. Tal es el caso de Miguel Oráa, filántropo y patriota".

Seguramente el Ayuntamiento de Guanare preparará un homenaje cónsono con este ilustre galeno, el próximo centenario de su muerte.

Estamos seguros de no ser defraudados con esta presunción.


Referencias 

Quintero García, Pedro 1991. Guanaguanare. Biblioteca de temas y autores portugueseños. Ediciones del Congreso de la República. pp 113-115

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