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"La historia está presente y nos rodea en todas las horas, porque no es otra cosa que la vida” Arturo Uslar Pietri

miércoles, 21 de febrero de 2018

CRÓNICAS GUANARITEÑAS Francisco Arias, Francisco Montoya o simplemente “El Cajeto”

CRÓNICAS GUANARITEÑAS  Yorman Tovar


Tenía mi madre su pensión de comida para viajeros en el Paso Real (margen izquierdo del río Guanare) que en aquel entonces era jurisdicción del distrito Guanare y no del municipio Papelón como es hoy. Llegaban en invierno a nuestra casona los bongueros, canoeros, viajeros y pescadores, procedentes de La Unión, Arismendi, Guadarrama, La Aguada Molinera, Las Cañadas, Mata e Topocho, Totumal, La pintura; entre ellos recuerdo a Laureano Rojas (“Don Lauro”) y a su hijo Eulogio; el catire Abel Cancines, el chingo Pantaleón a quien apodaban “Piazo e cuca”, y pescadores veteranos como “El negro Pancho” Tovar y su hermano “Babo rucio”. Eran los tiempos de la balsa del negro Rafael Salazar. Aquel Guanarito del próspero puerto de Los Guamos, donde la vida fluvial era simbología de progreso y movimiento comercial entre nuestro pueblo con Arismendi. ¡Qué tiempos aquellos, Grossman!
Rememoro la vez que, bajo un chubasco, desembarcaron en la barranca de “El musiú” Eufrasio García una madre con su hijo, y cobijados por impermeables de hule llegaron a nuestra casa. Era Demetria Arias, una doña cuarentona, con un defecto en una rodilla que la hacía cojear un poco. La acompañaba su hijo Francisco de unos 17 años, enjuto de cuerpo, rasgos zambos, muy callado, extraordinariamente introvertido y de huraño carácter. De manera curiosa, me quedaba yo observándolo, y creo que tuvo razón el malintencionado que le cuadró el remoquete de “EL CAJETO”, pues tenía un asombroso parecido a un “Chicuaco cajeto” de los que pululan en lagunas, caños y veguetas de ríos. De verdad que son admirables los osados que tienen tan buen tino para poner sobrenombres adecuados al objeto u animal con el que comparan a la víctima. Bastaba con mirar el perfil de Francisco para que uno evocara a ese plumífero lagunero.
Nuestros huéspedes duraron como una semana en casa. Todos los días abordaban la balsa para llegar hasta Guanarito, pues creo que el Dr. Boscaíno estaba tratando al muchacho o a la doña. Nunca olvido cuando la hora de almorzar. Ella lo llamaba con dulce tono: -Francisco, hijo, venga pa que coma. Pero él, antipático, parado en el patio como una estatua, llevando sol, le respondía con autoridad: -¡No, mama… ya le he dicho que no buya comé!... (Querría decir “no voy a comer”).
Desde mediados de los años 60 se mudaron de Arismendi para Guanarito y se ubicaron en una esquina del barrio El Río, frente de la casa de don Juan Ramos. Allí montaron una pequeña bodega, doña Demetria con sus dos hijos varones: Francisco el menor, y el mayor, Ramón Arias, apodado “El Tonino” por su semblante mal encarado. Ramón era un fino pescador y obrero de albañilería. Con ellos vivía también un simpático nietecito, fruto de la única hembra de la familia: Antonia, con el maestro Luis Sánchez (oriundo de Río Caribe) con quien estuvo casada. Este nieto, un gordo muy hábil, se formó jugando pelota “caimanera” en el playón del río… asombroso bateador (aunque lento en la carrera) y mejor fildeador. Después de estudiar en el liceo se empleó como maestro rural (como su padre) y conformó familia con una linda esposa.
Francisco se metía en las cantinas a echarse sus cervecitas, silencioso y siempre con una sonrisa de complacencia, porque la gente que lo apreciaba, le echaban vaina porque, pese a ser analfabeto, sabía dónde estaban ubicadas las selecciones de aquellos despechos montoyeros que eran sus favoritos: “”Amor puro”, “Mujer ingrata”, “Rosa Amelia”, “Camino solitario”, y los joropos “El espanto del troncón” y “El caimán de Boca Brava”, los cuales silbaba con perfecta armonía cuando caminaba, orondo, por las aceras, mientras la muchachada perversa le gritaba: ¡Cajeto… Cajeto! Y él respondía, entre su tartamudeo: “cajeto será tu madre… te voy a poné una navaja en el pescuezo pa que me pidai perdón”.
¿POR QUÉ MONTOYA?
Cuando uno le preguntaba su nombre, respondía, esponjado de orgullo: -Francisco Montoya, hermano de Francisco Montoya el cantante. Una vez, por curiosidad le pregunté: -¿por qué el cantante, si es tu hermano, es apureño y tú arismendeño? … me respondió, tajante: -¡Ay jodo, qué le importa esa vaina, él por allá y yo por aquí! Según me cuenta mi madre, quien pudo ser Montoya fue “El Tonino”, quien era hijo de un tal Cipriano Montoya, pero me cuenta mi distinguida amiga Adriana Silva (arismendeña de cepa) que los tres hijos de doña Demetria eran hijos de un hombre de un apellido extraño: CAÑODEAGUA… Martín Cañodegua. Pero en realidad eran ARIAS como su madre.
Por ese condenado apodo, hubo gente malintencionada que se atrevió a faltarle el respeto a la doña, llamándola “Cajeta”. Uno de ellos fue el bebedor y camorrero Nelson Viera (alias) “Cara e rata”. Este llegó a la bodega y le preguntó a la señora: -Doña, ¿tiene chimó en CAJETA? La doña, silenciosamente se fue hacia adentro, y quien salió a atender a “Cara e rata” fue nada menos que el fornido “Tonino”, que traía un machete en la mano. El sujeto, sorprendido, se perdió calle abajo, hacia el río.
En una ocasión mi amigo Adelmo Rivas se llevó a “Cajeto” para Biscucuy para juntarlo con un personaje popular de ese pueblo, llamado EDICTO. Adelmo se puso a meterles cerveza y al cabo de un rato tuvo que desapartarlos porque se cayeron a coñazo limpio. Tanto “Tonino” como “Cajeto”, además de vecinos, fueron muy amigos de Valmore Betancourt. Una vez, siendo éste alcalde, aprovechó una visita del propio Francisco Montoya y se lo llevó a una entrevista con su “homónimo” y creo que hasta les tomó una fotografía. La señora Demetria falleció hace años, igual que sus tres hijos. Particularmente cuando paso frente de donde vivieron, revivo sus imágenes: la doña detrás del mostrador; “Tonino” sentado en una silla recostada a la pared, mirando el atardecer; y el famoso “Cajeto” peinadito y bien acicalado, saliendo para alguna taguara a beber cervezas y puyar despechos de Montoya, silbando con maestría armónica natural algún pasaje guayabero de su “homónimo” Francisco Montoya (el cantante que tal vez él soñó ser). ¡Qué bellas son las historias menudas de los pueblos! …pero es más bello haberlas vivido.
Yorman Tovar
(Cronista Popular de Guanarito)

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