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"La historia está presente y nos rodea en todas las horas, porque no es otra cosa que la vida” Arturo Uslar Pietri

miércoles, 14 de febrero de 2018

CRÓNICAS GUANARITEÑAS PETRA LEONOR: el guáramo de la mujer llanera



CRÓNICAS GUANARITEÑAS   Yorman Tovar
Esta crónica fue publicada por primera vez en la página literaria “Florilegio” del Periódico de Occidente en Guanare, el domingo, 14 de noviembre de 1.999. Ahora, por lo cual tuve que actualizarla. Cuando comencé a escribirla se me escapó de mi memoria individual la fecha de su muerte; mas por esta razón no voy busqué en guía telefónica alguna el número de uno de sus hijos para preguntar algo que me interesaba menos que su condición de mujer sencilla y luchadora, que dio muestras, hasta su desaparición, del guáramo de la mujer llanera, y guanariteña de cepa.
Se trataba de una mujer despierta, simpática, de clara morenez, dicharachera y predispuesta al buen humor. PETRA LEONOR GARCÍA DE ÁLVAREZ, nacida en Flor Amarillo, Guanarito adentro. Hija de doña Teresa García y de uno de los más célebres hombres de a caballo y peón de vaquería, inmortalizado por la musa de José “Cheo” Ramírez: Francisco Estrada Peña…
“El del caballo castaño,
digo, si no me equivoco,
es Francisco estrada Peña,
viejo alegre y cariñoso,
maestro de los buenos peones
que se han hecho allá en mi tierra”.
Leonor –sencillamente- como la llamaba su querida vecina doña Alejandrina Ortiz- era una mujer sumamente adeca, y respondió al adagio de Rómulo Betancourt: “Adeco es adeco hasta que se muere”. Por AD era capaz de todo al igual que por sus hijos. Cuando, en tiempos electorales, pasaban las caravanas de COPEI, salía Petra Leonor, firme y desafiante, con su simpática sonrisa, mostrando entre sus manos el afiche del candidato adeco de turno. En 1978, cuando en Colombia, Turbay Ayala le ganó las elecciones a Belisario Betancourt, meses antes de que Luis Herrera le ganara a Piñerúa, el también fallecido “Catire Aragua” le dice a Leonor, con un periódico en la mano, no refiriéndose a Belisario, si no a Rómulo: “-Fíjese lo que dice aquí, doña Petra: “Betancourt aceptó la derrota”, esto quiere decir que ya ustedes los adecos están perdidos. Ella, convencida de lo que decía el titular del periódico, le respondió con una defensa muy inteligente: -“Yo sabía esa vaina, por eso es que yo estaba con Jaime Lusinchi, y no con ese viejo que parece un Caribe frito”.
Sin tener mayor influencia que su conversación llanera, persuasiva, no había oficina o alto dirigente adeco que Petra no pudiese afrontar en busca de una beca para un hijo, o la libertad de algún joven atrapado por la tradicional recluta militar.
La residencia Álvarez García, una casona de bahareque, estuvo situada en una esquina del barrio El Cementerio, diagonal a bodega “La Fortuna” de Víctor Martínez Durant. Se trataba de una casa muy familiar, siempre abierta a los amigos de la prole de aquel matrimonio de Petra Leonor con el maestro guanariteño Ramón Coromoto Álvarez (empedernido jugador de dominó y bochador certero en las bolas criollas). Allí nacieron: Félix (fallecido), Noris (fallecida), Manuel David, Amelia, Armando Guillermo (“Mime”), Freddy Alberto (“El Muñe”), Jorge Antonio (Pino), Juan Eúdes, Lisandro, Miladis (fallecida), Bertha Rosa (“Rosita”), Leonorcita, Alba Teresa (La Nana), José Gregorio (Cheo Álvarez) dirigente político y Blanca María. Aquella casona, luego de que la familia comenzó a habitar, al lado, una casa rural de INAVI, se convirtió en “La casa vieja”.
Era de grata placidez cuando llegaba su hijo David de San Carlos a pescar con sus amigos, porque se prendían parrandas con cerveza y pescado frito, durante días y días sin descanso, gozando una bola con las anécdotas de aquel cuarteto de personajes ocurrentes: Miguel Ángel “Chingolo” García, Santos Burgos, Antonio Loyo y Adelicio Castillo Vásquez (tío paterno de los muchachos de la casa).
Allí nos dábamos cita, nosotros, los de la generación de los 70, para beber caña y hacer suculentos sancochos de gallinas robadas en patios vecinos, cuando esta costumbre no era delito, si no parte del folklore, ya que hasta los gobernantes locales practicaban el tentador oficio de la “gallinomanía” (valga el término); pero al día siguiente ardía Troya, no sólo porque algún vecino se quejaba por la falta de alguna gallina, sino también a Petra Leonor, regañando a sus muchachos porque le habían acabado la sal, los aliños verdes o el aceite, y hasta la harina pan.
La vieja casona fue confirmada como “La casa de las franelas”, ya que los Álvarez siempre fueron deportistas en todas las disciplinas. De manera que entre los cinco jóvenes, en cuatro o cinco disciplinas, en dos o tres campeonatos al año, reunían más de cien franelas, aparte de las que ellos compraban. Recuerdo que en la semana santa, cuando era yo el encargado de la fabricación y quema del Judas, me iba hasta “La casa de las franelas”, a buscar trapos para rellenar el monigote. Hasta que un día, confundida entre las franelas, me llevé –sin querer- una blusa nueva de Petra Leonor. Desde el momento que comencé a rellenar el muñeco me di cuenta de aquel detalle, pero vi la pieza con el cuello tan bonito que me dije: ¡Nojoda, esta es la camisa con la que le voy a anudar la corbata a Judas. El sábado santo en la mañana, cuando vamos pasando con el cortejo de Judas, frente a la casa de la señora, ésta me salió al paso diciéndome: -“Yorman, hay que ver que tú eres vagabundo y sinvergüenza. Te llevaste la cota que me regaló Amelia y se la pusiste a Judas”.
Yo me hice el loco. Ese otro día, cuando leía el testamento en la esquina del cementerio ante la multitud, dije una copla, que si no me falla la memoria, era este su contenido, aunque no iba incluida en el papel, pero la improvisé al momento:
Yo me voy para el infierno,
pero llevo con honor
la cota más elegante
de doña Petra Leonor.
En tiempos de vacaciones de agosto teníamos la costumbre de reunirnos en el patio de aquella casa a preparar limonadas, todos los integrantes de la patota: Juan José Velásquez, Lorenzo “Aragua” Rodríguez, Miguel González Torrealba, Ismael “Chispita” y Monche Torrealba, Artemio, Raider “Neñelo” Duránt, Francisco “Chiguagua” Yústiz; Saúl Vizcaya, Guillermo “Memo” Rodríguez y hasta los más vejucones: Héctor García “Cabeza e borra” y Edister “El mono” Angulo. Este último, casi siempre salía furioso, batiéndose y renegando de las guachafitas que le armaba Petra Leonor. Disgustos que también embargaban a Juan José Velásquez.
Hubo un tiempo en el que Miguel González se enemistó, tanto con Petra como conmigo. Para ese tiempo (años 80) estaban de moda los “Safaris” de los que usaba el presidente Luis Herrera y había un personaje popular, muy pintoresco, dirigente agrario copeyano, de nombre Pablo Alvarado Pereira, a quien apodaban Pablo “El tuco”, que usaba este atuendo con alpargatas y un maletín ejecutivo. Una mañana estoy en la acera conversando y riendo con la querida vieja cundo divisamos a Miguel que iba justamente vestido de “safari” y con un maletín ejecutivo, y le digo a mi contertulia: ¡Epa, Petra, allá como que va Pablo “El Tuco”!... Petra largó la carcajada y empezó a gritarlo: ¡Pablo el tuco… Pablo el tuco! Yo pienso que Miguel trató de hacerse el indiferente, pero iba riéndose de la osadía de Petra Leonor. Allí no se escapaba nadie. Son tantas las memorias que conservo de aquella noble matrona, desaparecida prematuramente, que puedo escribir de sus anécdotas una enciclopedia completa. ¡Paz a sus restos!



Yorman Tovar
(Cronista Popular de Guanarito)
elmayortrovon@hotmail.com, jinetetovar@gmail.com

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