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"La historia está presente y nos rodea en todas las horas, porque no es otra cosa que la vida” Arturo Uslar Pietri

viernes, 12 de abril de 2019

MI REQUIEM A RAFAEL GAVIDIA

Pedro Quintero García
¡Ha muerto un gallardo capitán de positivas ejecutorias! Capitán de la ley y de las letras, generoso altruista, Cronista de la ciudad de Guanare, genuino vocero de las penas y alegrías. Había cruzado este valle de lágrimas,. presuroso, como si presintiera lo breve de su carrera terrenal. Logró quemar etapas como llanero de lanza en ristre empeñado en rendir las murallas de la incomprensión. 

Cuando escalaba los peldaños del Olimpo un hado siniestro lo re-duce al limbo de lo desconocido y lo hunde en el lago tenebroso de misteriosas conjeturas y así convierte en más doloroso su calvario, cuyas causales, la vindicta pública reclama esclarecer. 

Reconocemos la habilidad de los malechores para enmarañar sus fechorías y como entre cielo y tierra no hay nada oculto, espero el ad-venimiento de la verdad.

La vida es frágil, expuesta a los monstruos de pasiones infernales, capaces de cometer salvajes homicidios sin esperar conmiseración de Dios y de los hombres. Ejemplos sobran en el mundo, Gandhi y Lut-her King me vienen a la memoria como apóstoles y mártires de un ideal sagrado. ¿Acaso el humanista guanareño sería inmolado en aras de un rito sanguinario especializado en personajes relevantes como venganza de las desigualdades del mundo?

Me unió a Rafael una entrañable cordialidad nacida en comunes propósitos y en todo momento sentí el calor de sus sensatas opiniones, termómetro de su patrimonio cultural y de sus virtudes personales.
Hubiera deseado extender estas divagaciones con algunos episodios importantes, pero la oportunidad sólo me permite esta apretada semblanza sacada de la verdad sin ingredientes extraños. 

Principio por exaltar la devoción de Rafael por Guanare, tierra que no fue su cuna, aunque supo enaltecer en todo momento y circunstancia; aquí sembró un pedazo de juventud y cosechó ilusiones y esperanzas color de rosa al contraer matrimonio con una agraciada dama de la alta alcurnia con quien modeló hijos en la escuela de la dignidad. Gracias a sus persistentes esfuerzos obtiene el título de doctor de ciencias jurídicas y como poseía verdadera vocación, abre su escritorio y empieza a luchar el derecho y la justicia con sonado éxito. 

Aquí recibió su primer golpe cruel del destino al perder su primogénito en un accidente,-sus efectos produjeron una conmoción dolorosa en el seno de su familia. 

Desde el principio del mundo la muerte ha producido un espantoso miedo, como si fuera una maldición inesperada y si recordamos el ciclo biológico, siempre estaríamos dispuestos a recibirla como un acontecimiento natural. 

"Todo ser nace, crece, se reproduce y muere". Nadie se exime de cumplir el primero y último enunciado, uno llena de alegría, el otro llena de dolor. 

Guanare fue para Rafael Gavidia alma máter de sabias enseñanzas que lo preparó para soportar las penalidades y le templó el espíritu para desviar los zarpazos del infortunio. 

Mi amigo poseía una prodigiosa móvilidad en el desempeño de sus obligaciones; a tempranas horas tomaba el desayuno y se encaminaba a su escritorio, leía la correspondencia recibida, redactaba informes y cartas, atendía a algunos clientes, se presentaba al Tribunal para revisar expedientes de sus defendidos, tomaba las debidas notas y quedaba al tanto de los pasos venideros.

Seguía hacia el Ateneo Popular y en calidad de directivo revisaba los programas y cambiaba ideas con sus compañeros. Colaboraba en el periódico "Guanare" y entregaba los artículos casi siempre relacionados con las crónicas de la ciudad. En determinados días se trasladaba a Acarigua para atender asuntos judiciales y aprovechaba para visitar al diario "Ultima Hora", charlaba con sus colegas y les consignaba algún artículo para su publicación. En la noche regresaba al hogar para disfrutar de descanso y tranquilidad.

Como se comprenderá este tren de vida a la, larga agotaría las reservas físicas y mentales y como era natural, en varias ocasiones, en mi condición de médico, le advertí mis temores por un flejamiento que podía derivar un infarto cardíaco y en medio de una sonrisa, me contestó: "de algo hay que morir", una respuesta muy lógica de los sujetos confiados en su fortaleza física, como si ello fuera un seguro de vida. Gavidia disfrutó de un pasatiempo, muy propio de un científico dedicado al mantenimiento de las riquezas naturales. En los aledaños de la población cultivó un rincón paradisíaco al sembrarlo de árboles frondosos, jardines, lagunas artificiales y frutas silvestres.

En el centro construyó un kiosco rural orlado de reliquias de antiguos personajes, restos de viejas construcciones e instrumentos de trabajo hoy desaparecidos.

Había logrado reunir ejemplares de la fauna criolla, admirablemente aclimatados por el especial cuidado en su manutención. A pesar de su vida agitada mi amigo disponía de tiempo para atender este pequeño refugio, llamado a ser el germen de un jardín zoológico.

Cuando llega el momento de su sepelio, las campanas doblan, la familia llora, los amigos gimen, las claman rezan y yo en silencio lo despido con este réquiem sentimental salido de lo más profundo de mis entrañas.

Referencia

Quintero García, Pedro 1991. Guanaguanare. Biblioteca de temas y autores portugueseños. Ediciones del Congreso de la República. pp. 477-479.

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